Ayer vi la película: La Teoría del Todo. Un recorrido por parte de la vida del científico Stephen Hawking a través de las visión de su primera mujer. Una teoría del todo, que busca el científico, para explicar la existencia humana. Ese aspecto me hizo pensar en que la mayor motivación que podemos encontrar para conocer algo, no es conocerlo, sino contarlo; compartirlo.
Sin realizar una crítica audiovisual, quisiera comentar aspectos que destaca la película en relación a como los hombres y las mujeres nos tomamos el amor. En la película se narra la historia de amor a primera vista, con mariposas en el estómago, con ilusiones desorbitadas, con infinidad de emociones de dos jóvenes que se han encontrado y que tiene muy claro no querer alejarse. Ni cuando la enfermedad acecha, ambos se asustan. No es el caso, la pareja- sobre todo ella- encuentra en admiración por él y en la dedicación su razón de vida. Hay una lección que debemos aprender, y es la eterna exposición que tenemos al tiempo y al espacio, y dentro de esos dos algoritmos, se encuentra la ecuación más indescifrable de la historia: el Amor.
La teoría del todo habla de; superación, de esfuerzo, de creencia, de éxito, pero de lo que realmente habla es de amor, de que todas las anteriores actitudes se generar gracias a un motor interno que es el amor, el afán de creer en un mismo para lograr que otros crean en ti.
Hay teorías para casi todo, incluso para explicar el inicio y el fin del mundo, pero no existen teorías para explicar dónde nacen los sentimientos y donde eclosionan. ¿O quizá se podría explicar del mismo modo que se explica la teoría del Universo? ¿todo nace de una explosión, de dos estrellas que chocan, que generan ese calor, esa fuerza, esa atracción y que brillan intensamente, haciéndose una a partir de dos, y que con el tiempo, se van apagando hasta disolverse?
Quiero creer que cualquier historia más allá de la superación y la admiración parte de un todo que somos uno mismo y camina hacía un todo que seremos tu y yo.
gafasparamujeres 